6.4.10

Sueño atravesando el espejo

Soñé. O eso creo...
     [...] Estaba sola, en la sala. Andrés había salido a la calle. Era de noche, y llovía. Había un espejo donde normalmente es la cocina, o hacia ese lado. Me muevo por la sala, y cuando miro el espejo, veo reflejado a Andrés de pie detrás mío, dándome la espalda, mirando hacia la biblioteca.
     Actúo como si acabara de ver un fantasma {¿qué otra cosa puede ser?}: me asusto, trato de correr pero no quiero, quiero saber. El pánico me clava al piso {no creo que sea mi fuerza de voluntad}. Miro detrás mío y no hay nadie, solo le veo en el reflejo. Quizás grito algo. Él voltea a mirarme y me dice algo. Yo no entiendo, ¿cómo diablos...?
     La transición al resto del sueño es borrosa.
     Quizás me calmo, me domino, hablo con Andrés. Creo que él me tranquiliza. De repente estamos en el mismo lado del espejo {no sé si el suyo o el mío} y después de un rato me convenzo de que es Andrés, y no un psicópata asesino como he visto en las películas que suele pasar en estos casos {¿qué otra referencia va a encontrar mi cerebro ante un caso así?}. Cuando estoy más tranquila, estamos con Mariana en la terraza de la casa, que se parece a la de mi abuela. No está lloviendo.
     Mariana nos explica algo sobre drogas y viajes. No sé de dónde, tengo en mis manos una bolsita con polvos adentro que mariana identifica como una sustancia para horrorizar. Se esparce en el aire delante de ti, y apenas aspiras el polvo te metes en un video de horror: ves y sientes cosas que te asustan. Quizás fue un reflejo lo que me hizo tirar la bolsa frente a mí. Creo que quería deshacerme de ella, pues el horror no es de mis géneros favoritos, pero al caer la bolsa al suelo, una nube de polvo se alza frente a nosotros.
     Nos miramos —aspirarlo es inevitable— y Mariana, divertida, propone que bajemos a ver una película de miedo y disfrutar la experiencia. «Así nos asustamos de verdad», dice, o algo parecido.
Nos metemos en el plan y bajamos corriendo las escaleras hasta la sala donde está el televisor. Cuando vamos llegando, solo nos arrastramos sobre la alfombra y siento que mis sensaciones físicas están con adelanto: siento mi brazo pasar por debajo de mi cuerpo varios segundos antes de verlo. La sensación se podría describir como horror. Ponemos la película pero ya no recuerdo lo que vemos.
     Después estamos sentados en el suelo de la sala, Mariana, Andrés, y ahora están Esther y un chico que es su pareja {aunque yo no lo había visto antes, aquí o en el sueño}. Es alto, crespo y sonriente, con cara de intelectual listo. Les contamos lo que estábamos haciendo y él sonríe sorprendido y dice algo como que nos gustan las emociones fuertes. En algún momento de esta conversación yo estoy diciéndole a Mariana que pienso que de todos los que estamos ahí ella es la más madura.
     Luego empezamos a hablar de drogas y sus efectos. Alguien menciona el LSD y Andrés se vuelve hacia mí y me dice seriamente: «¿Quiere un viaje? Póngase éter debajo del brazo. Para escapar». Yo me quedo pensándolo; suena bien. «Váyase de viaje... ¡pregúntese dónde estamos! ¿Esta es la realidad? Averígüelo... creo que está negando quién es usted en realidad {¿quiénes somos?}. Afuera llueve..., ¿recuerda?». «Sí», respondo, «llueve, ¿verdad?». Recuerdo que llovía cuando empecé este sueño {y —pienso— ya lo había olvidado; fue quizás justo después de ver a Andrés en el espejo}.
     Luego todo se pone borroso de nuevo y hay un bache en negro. Despierto otra vez en mi cama. Andrés está a mi lado y todo parece... normal, en la oscuridad. Terror inicial... ¿estoy despierta, o sueño todavía? Pero la realidad empieza a cobrar forma: no se ve como borrosas manchas oníricas, hay muchos más detalles, y no estoy saltando de un lugar a otro, sigo en mi cama. Debe ser, al menos, la realidad que conozco, en la que vivo mi vigilia. tardo un buen rto en dominar mi miedo y salir de la cama a alcanzar este cuaderno. Escribo esto con una tenue luz que apenas ilumina el papel en medio de la oscuridad y me siento todavía como en medio de un sueño. Afortunadamente Andrés despierta, al final, y parece que mi mundo vuelve a ser como antes.

1 comentario:

  1. De todos modos, somos nosotros quienes decidimos sobre nuestro miedo. Sobre asustarnos en una pesadilla de horror o poner una película divertida y disfrutar el viaje.

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